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Víctor Manuel: “Soy más feminista que Ana Belén” | Cultura

El salón del chalé donde Víctor Manuel y su esposa y compañera artística de medio siglo, Ana Belén, tienen su oficina está presidido por un retrato a carboncillo de Ana para el cartel de Divinas palabras (1988), una de las películas facturadas por Víctor en su época de productor cinematográfico, que casi lo llevó a la ruina. Lo cuenta él mismo, vestido de negro impoluto, con la única nota de color de la nívea pelambrera cortada a cepillo y el envidiable bronceado dorándole el rostro. Se lo alabo, el moreno, y me aclara que no es de ninguna playa, sino de andar por el barrio: un acomodado distrito madrileño donde abundan las banderas. Las de los países de las embajadas y consulados que menudean en sus elegantes calles, y las de España, colgadas de muchos balcones.

¿Camina para para bajar colesterol?

Qué va, lo tengo bajísimo: colesterol pediátrico, dice el médico. Camino porque me siento bien y porque así se me ocurren cosas, posibles melodías, versos. Además, me encuentro a mucha gente de mi edad y ya hasta nos saludamos.

¿Saben que es usted Víctor Manuel, Víctor Manuel?

Supongo. El otro día, uno se acercó y se me puso a defender a Rusia frente a Ucrania. Y no es la primera vez que me pasa, que me aborden para comentar o discutir sobre cosas de política. Es muy difícil escaparse de mi personaje público, pero, en cuanto bajas de la ratio de los 50 años, eso baja drásticamente.

¿Los jóvenes ya no le reconocen?

Pocos, aunque ha bajado la media de edad en mis conciertos. En esta gira hay gente que me ha dicho que sus hijos o nietos les regalaron las entradas. Y quien me vio hace 20 o 30 años y tiene el cuajo de volver a pagar para verme. Eso es la hostia, eso un milagro.

¿Qué hizo para merecer eso?

Las canciones. Alguien, alguna vez, oyó una canción mía, le tocó por dentro, y siente que merece la pena escuchar a este tío de vez en cuando. Cada generación tiene sus músicas, pero todo el mundo se enamora, todo el mundo tiene un abuelo

… Aunque no fuera picador, allá en la mina.

Exacto. Hay quien se sabe mis canciones sin saberlo porque lleva toda la puta vida escuchándome. Ese es el poder de la música, el de instalarse en el disco duro de cada uno, y el misterio es por qué unas se quedan y otras, no.

También hay quien no le escucha por su ideología política. La suya y la de ellos.

Me consta. El otro día, en la calle, en Gijón, había dos mujeres a mi lado. Una le dice a otra: “ese ye Víctor Manuel”. Y la otra, responde: “no lu trago”. En mi cara [ríe]. Es cierto, pero nunca me ha afectado, porque, desde joven, entendí que no puedo gustar a todo el mundo. Una gente te tiene en consideración y otra no quiere saber nada de ti, eso es llevadero, otra cosa es que te pongan una bomba en casa. Que no les guste me parece normal. A mí hay tantas cosas que veo cada día y no me gustan…

¿Como cuáles?

Las masacres, las desgracias, claro. Y luego me repele profundamente la prepotencia de la gente, la que piensa que se puede arrollar a todo el mundo, esos que se ponen banderitas hasta en los huevos por exhibición, me caen fatal.

¿La bandera no es de todos?

Claro, también la mía, pero ellos ganaron la guerra, nos humillaron, se la apropiaron. Y, luego, también, en la izquierda, se ha hecho mal y nos la hemos dejado usurpar.

¿España se rompe?

Qué va a romperse. Eso, si es que alguna vez estuvo pegada. España es así y habrá que solucionar este lío. Y quienes no estén de acuerdo, que den alguna idea. Felipe [González] y [José María] Aznar se oponen a todo, pero no dicen qué harían ellos. Alguien ha de intentar solucionarlo.

Victor Manuel, en el jardín del chalé de Madrid donde tiene su oficina profesional.Bernardo Pérez Tovar

¿Sigue escribiendo canciones?

Puntualmente, pero no de corrido. El último álbum fue en 2018, compuse mucho y cuando iba por 28 canciones, el productor me dijo que parase. Ahí hay semillas, ideas de las que tiraré cuando me ponga a escribir nuevos temas. Los cantautores somos un poco pesados.

¿Por los temas, o en general?

A todos los niveles. A veces hemos tenido vocación de sentar cátedra sobre los principios del pop y ponerlos encima de la mesa, y yo, en eso, ahora, soy muy destroyer. De joven, te crees que has escrito Yesterday, y yo, hoy, hay canciones mías que no escribiría. No diré cuáles, pero he escrito más de 600 y con el 10% bastaba.

¿Se escribe y se canta igual al amor a los 20, a los 50 o a los 75?

Claro que no. Cuando era jovencito era un torete escribiendo canciones. Ahora son más reposadas. Hoy, en vez del apasionamiento de Quiero abrazarte tanto, escribiría algo más pequeño, más cotidiano, como de estar en el sofá con alguien, convencido de con quién quieres estar en el sofá.

Acaba de hacer más de 100 conciertos por España. ¿Qué necesidad tenía, aparte de la económica?

Es que cantando me lo paso muy bien. Aparte de lo del colesterol, estoy hecho una moto, aguanto muy bien los conciertos. Hay amigos que lo pasan mal, tienen pánico escénico, pero yo prefiero un estadio con 1.000 personas a una cena con tres que no conozco. El escenario cura todo lo curable. Volver tras la pandemia fue un subidón. Me enganché como una lapa a la música. En ese furor escénico soy más como decían de Raphael, que prefería tocar 18 días por 1.000 euros que uno por 18.000. Me iré cuando la gente deje de comprar mis entradas.

Escribió Un corazón tendido al sol, en 1978. Ahora se lleva el nuevo hombre sensible, pero, entonces, ¿no le llamaban ñoño?

No, pero es cierto nunca escribí nada así, digamos, machirulo, y mira que algunos me lo ha buscado, canción a canción. Siempre digo que soy más feminista que Ana \[Belén\], pero eso es imposible. Nunca se me ha ocurrido escribir en una canción “eres mía”, o “me necesitas”, por ejemplo. Ni siquiera de joven, un poco por vergüenza ajena, y otro por las cosas que escuchaba uno. No me imagino a Aznavour o Brel cosificando a las mujeres, como se hace ahora.

Algunos hombres dicen que no saben cómo ligar, que van a tener que llevar un contrato encima para que la mujer firme el consentimiento.

Qué pesados. Me parece curiosísimo ese desconcierto que dicen tener algunos tíos con las tías. No sé en qué planeta viven, con quién se relacionan. Son muy antiguos, muy periclitados. Pero luego ves cómo se han escondido los futbolistas con el asunto del beso de Rubiales y te das cuenta de que falta mucho camino que andar.

Desde que se separaron Enrique Ponce y Paloma Cuevas, Ana Belén y usted son la pareja más longeva del candelero social, ¿por eso no son carne de prensa rosa?

Me contaron que, en pandemia, unos paparazzi estaban tan desesperados por la falta de noticias que pensaron, oye, y a estos se les podía hacer una fotillo y venderla, y les contestaron que estos ya solo tenían interés si se separaran.

Bueno, ahora hay cada vez más gente que se separa a los 75.

Y quien vuelve a pasar la vejez juntos. Debe de ser jodido dormir solo, después de toda una vida juntos, aunque solo sea por calentarse los pies en la cama, que los tengo muy fríos.

LA VIDA EN CANCIONES

Es el título de la gira con la que Víctor Manuel (Mieres, Asturias, 76 ya años cumplidos) se propuso celebrar su 75º cumpleaños y que le ha llevado por cien conciertos en toda España antes de finalizar, el próximo día 17 de diciembre, en Madrid. El autor de himnos como El abuelo Víctor, Solo pienso en ti o La puerta de Alcalá, ha actuado solo después de muchos años acostumbrado a compartir estrado con su esposa, Ana Belén, y otros compañeros de aventuras dentro y fuera del escenario, como Miguel Ríos, Joan Manuel Serrat, con los que protagonizó la legendaria gira El gusto es nuestro, o Joaquín Sabina . Una «generación insumergible», según su propia definición, a la que ya empiezan a faltarle talentos insustituibles como los de los fallecidos Pablo Milanés, Javier Krahe y Aute y la ausencia escénica de Serrat, tras su retirada. Una opción que no entra en sus planes, afirma. Solo se apeará de escena cuando el público deje de comprar entradas para verle.

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By Otilde Pedroza Arredondo

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