La inestabilidad que salió de las urnas el pasado 10 de marzo en Portugal irrumpió de lleno en la elección del presidente de la Asamblea de la República para la nueva legislatura. Ha sido un acuerdo entre los dos grandes partidos de la democracia lo que ha permitido salir del atolladero, con un pacto para rotar la presidencia del Parlamento entre Partido Social Demócrata (PSD, centroderecha), ganador de las elecciones por poco margen, y el Partido Socialista, que ha pasado a la oposición después de nueve años de Gobierno.
Fueron necesarias cuatro votaciones para que el candidato del PSD, el exministro José Pedro Aguiar-Branco, pudiese convertirse en el presidente de la Cámara y segunda autoridad del Estado. Aguiar-Branco recibió 160 votos favorables, procedentes de su formación, pero también de los socialistas y otros grupos minoritarios. Rui Paulo Sousa, candidato de Chega, el partido de ultraderecha que consiguió más de un millón de votos, obtuvo los 50 de su bancada.
El acuerdo entre PSD y PS fue negociado directamente este miércoles entre sus líderes, Luís Montenegro y Pedro Nuno Santos, para buscar una solución al bloqueo vivido en la Cámara el martes, cuando ningún candidato logró llegar al mínimo de votos para ser elegido. Los socialistas habían presentado a Francisco Assís, expresidente del Consejo Económico y Social, que recibió más apoyos que Aguiar-Branco en las anteriores rondas, pero insuficientes para ser nombrado. El pacto contempla que PSD y PS se dividan la presidencia de la Cámara de forma equitativa: dos años para Aguiar-Branco y dos para Assís. Aunque la gran incógnita es si esta legislatura de mayorías tan volátiles podrá aguantar cuatro años.
“El PS no comparte el programa, no comparte las opciones de la derecha, pero defiende siempre las instituciones y el parlamentarismo”, señaló el líder del grupo parlamentario socialista, Eurico Brilhante Dias, para justificar el acuerdo entre ambas formaciones. “No cuenten con nosotros para degradar aún más las instituciones de la República”, agregó después de recordar que esta crisis se originó por el desacuerdo entre PSD y Chega.
Aunque se daba por hecho que ambos habían consensuado la elección del presidente de la Cámara, la sorpresa saltó el martes en la primera votación cuando Chega presentó su propio candidato frente a los de PSD y PS. Para ser elegido presidente de la Cámara es necesario recibir un mínimo de 116 votos, un límite que no alcanzó nadie en las tres votaciones celebradas el martes.
No a los ministros de Chega
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El acuerdo entre los dos partidos tradicionales proporcionó combustible al discurso victimista de André Ventura, líder de Chega, que ha dedicado estas dos semanas a recorrer las televisiones para exigir entrar en el Gobierno de Luís Montenegro, que se ha mantenido firme en su rechazo a incluir ministros de la ultraderecha en su futuro ejecutivo. “Escogió gobernar y hacer acuerdos con el PS. Luís Montenegro, te digo cara a cara, gobernarás con el PS porque conmigo no será”, desafió Ventura al futuro primer ministro, que le escuchaba desde la primera fila de la bancada del PSD.
La debilidad del futuro Gobierno es palpable antes incluso de su estreno. Montenegro tendrá que lidiar con una Asamblea de la República que, pese a tener una amplia mayoría de formaciones a la derecha, no le garantiza respaldo político al depender esencialmente de las decisiones de Chega. De lo escuchado este miércoles no parece que André Ventura vaya a facilitarle la vida a Montenegro y menos durante los meses que faltan hasta las elecciones europeas de junio.
El PS, por su parte, le tendió la mano para negociar modificaciones presupuestarias puntuales para mejorar los salarios de profesores, sanitarios y policías, tres colectivos que llevan meses de protestas, aprovechando el excedente presupuestario alcanzado en 2023 (el mayor de los 50 años de democracia: 1,21% del PIB). Hasta ahí la colaboración ofrecida por Pedro Nuno Santos, que ha reiterado que no desea dejar el papel de oposición a Chega y que votarán en contra de los Presupuestos de 2025, gran prueba de fuego para la supervivencia del Gobierno de Luís Montenegro.
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