En el barrio de San Antón de Murcia está el taller de escultura de los hermanos Martínez Cava. Es jueves santo, y llevan desde primera hora ayudando a montar los altares de la Iglesia de San Pedro. “Nos pillas en el peor momento, está todo patas arriba”, se disculpan los jóvenes imagineros murcianos, Juan (36 años) y Sebastián (31 años). Junto a las herramientas, los botes de yeso para estucar y la pintura, un maniquí exhibe un paño colgado: “Los pliegues del manto del soldado deben ser reales, no podemos hacer ninguna arruga que no se formaría de verdad. Para el rostro del hombre que se burla de Cristo nos hemos fijado en fotos nuestras y de nuestros amigos haciendo muecas de maldad”, explican. Tres sábanas tapan las figuras―de 50 kilogramos cada una― que el año que viene protagonizarán el Santísimo Cristo de las Almas, el nuevo paso que la Cofradía del Cristo de la Esperanza ha encargado a este dúo de escultores exponentes de la nueva escuela de imaginería en la ciudad de Salzillo.
Cuando eran pequeños Juan y Sebastian Martínez Cava preferían procesiones a videojuegos. Pasaban las tardes recreando la Semana Santa murciana con piezas del Belén que encontraban por casa, hasta que las figuras fueron insuficientes. “Nos cansamos de jugar siempre con las mismas y decidimos probar a crearlas nosotros, así tendríamos todas las que quisiéramos”, recuerda Sebastián. Con 17 y 11 años el juego con “pegoticos de barro” se convirtió en un pasatiempo demandante en el que invertían todo su tiempo y esfuerzo. “Cuando tuvimos que decantarnos por una salida profesional ya podíamos responder a los primeros encargos, aunque ni tuviéramos claro que queríamos dedicarnos a la escultura”, explica Juan.
Tardaron varios años en aceptar un proyecto para procesión, mientras se formaban con encargos de particulares, como esculturas para casas y parroquias. En 2021 vio la luz su primera talla en madera, La Virgen de la Aurora, para la hermandad del mismo nombre de la ciudad de Lorca, por la que fueron galardonados con el XIV Premio La Hornacina a la escultura sacra. “Ellos fueron los primeros en confiar en nosotros para este tipo de trabajos”, admite Sebastián. El boca a boca desembocó en la escultura de San José, nombrado patrón y protector de la provincia de Almería, el San Antonio de la Iglesia del Carmen de Murcia y un San José y una Purísima como patrones del Seminario menor del arzobispado de Murcia. “El premio fue un antes y un después en nuestra carrera, y una forma de demostrar a nuestros padres que este oficio sí tiene futuro”, afirma Juan.
Los hermanos Martínez Cava coinciden en que el mundo de la escultura religiosa está en alza y la nueva escuela de imaginería del sur de España―Murcia y Andalucía― cada año gana adeptos. En Murcia, destacan el trabajo del escultor Pepe Hernández, ahora enfocado en la formación de sus jóvenes y “talentosos” discípulos como Alberto Marín (25 años), Antonio José Villavazquez (23 años), o Pablo Espinosa de la misma edad. “Sus obras perpetúan la línea de Hernández, pero con un toque propio. Lo bonito de la Semana Santa de Murcia es la diversidad de estilos, nos encanta que haya variedad en el oficio”, asegura Sebastián. La pérdida de popularidad de la religión católica en las nuevas generaciones no impide la renovación del arte sacro: “La Semana Santa siempre tendrá su público y este oficio también. Muchos de los escultores que se dedican a la imaginería no son creyentes, aunque se nota”, subraya Juan.
Lo que distingue la escultura civil de la imaginería es que las piezas religiosas deben conmover al espectador, llamar a la gente a rezar. “Si el creador no siente esa devoción, no la puede plasmar y la escultura quedará muy bella pero será más fría”, opinan. La labor del imaginero no solo pasa por impregnar las tallas de divinidad, también está ligada a un conocimiento riguroso de santorales y Evangelios. “Tenemos que desgranar las historias, conocer muy bien cada escena o leer en profundidad la vida del Santo que vayamos a esculpir”, asegura Sebastián. Estudiada la escena, los escultores moldean la imagen acorde a su estilo.
Para los hermanos Martínez Cava, en Murcia hay dos grandes escuelas de referencia: la de Juan González Moreno, escultor de posguerra, y la de Francisco Salzillo, por la que se han decantado estos jóvenes imagineros. El parecido de sus tallas con las del genio del barroco ha llevado a la Cofradía de Nuestro Padre Jesús de Orihuela a escoger a Juan y Sebastián para recuperar la María Magdalena de Salzillo―perdida durante la Guerra Civil española―, situada a los pies del Cristo de la Agonía. Aún así, ellos insisten: “No replicamos esculturas. Copiar a Salzillo sería ridículo, nuestra creación siempre sería inferior a la original. Seguimos su escuela pero con nuestras composiciones que, efectivamente, dejan el sabor del siglo XIX. Tenemos un estilo propio”, asegura Juan. La pintura de Murillos, los mármoles romanos de Bernini y la escultura de Salzillo son los tres elementos que definen la firma Martínez Cava. “Nos inspiramos en la fusión de estos tres factores, otra cosa es lo que logremos hacer”, comentan entre risas.
Con esta aspiración se enfrentan ahora al mayor reto de su carrera: componer un paso para la procesión de su Cofradía, la del Cristo de la Esperanza de Murcia. “Crear una talla para nuestra ciudad es nuestro proyecto más ambicioso”, confiesa Sebastián. La escena escogida es un momento previo a la crucifixión de Cristo, cuando un hombre trata de engañarle ofreciéndole un vino de mala calidad durante la subida al Calvario. La mirada desesperanzada de Cristo se dirige al cielo pidiendo consuelo, “la lengua asomando entre los dientes y la forma que adopta su vientre indican que se trata de un momento en el que Jesús se para a respirar, a tomar aire”, explican. “Con un modelo hemos recreado los pliegues que se forman en el torso y con un médico hemos estudiado las venas, tendones y ligamentos que se marcan en la piel, no queremos dejar ningún cabo suelto”, dicen.
Tienen grandes sueños y están dispuestos a dejarse la piel en cada nuevo proyecto, pero los hermanos Martínez Cava prefieren centrarse en el presente: “Hacer el Cristo de las Almas es un regalo del cielo. Lo que venga después lo afrontaremos con ilusión, pero no será comparable a lo que sentimos debutando en nuestra Cofradía”, aclaran. Juan y Sebastián Martínez Cava ya han empezado la cuenta atrás para el Domingo de Ramos del año que viene, cuando la imagen debute por las calles de Murcia. “Se me ponen los pelos de punta solo de pensarlo”, confiesa Sebastián.
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