Alguien debería de resucitar la guillotina en Francia. En septiembre el comité francés que seleccionó su representante a los Oscar se cubrió de gloria. Dejó de lado a la Palma de oro Anatomía de una caída y se decantó por la torpe A fuego lento. Hasta los Globos de Oro, entregados anoche en otra celebración del alcohol y el sushi en el hotel Beverly Hills, han subrayado la evidencia del error: el drama judicial de Justine Triet se llevó los galardones a mejor película de habla no inglesa y a mejor guion, el sorpresón de la noche.
Casi a la misma altura que el premio a mejor comedia, que lo ganó Pobres criaturas, de Yorgos Lanthimos, cuando parecía cantado para Barbie. A ese galardón se suma el de mejor actriz de comedia o musical, para su protagonista, Emma Stone, una de las actrices más valientes de la actualidad… que podría quedarse sin muchas más estatuillas esta temporada porque enfrente tiene a Lily Gladstone, por Los asesinos de la luna.
Menos sorpresa supusieron los galardones a mejor dirección para Christopher Nolan por Oppenheimer, aunque nunca había ganado este trofeo ni se ha llevado el Oscar. Por cierto, la película sale relanzada para la temporada de premios con sus cinco Globos, incluido mejor drama, aunque era obvio que la sala era proBarbie (solo pudieron aplaudir la pedrea y sintieron que alguien guillotinaba a la película de la muñeca de Mattel). Y el Oscar a mejor actor parece un duelo, empatado en los Globos, entre Paul Giamatti (ganador en comedia con Los que se quedan) y Cillian Murphy (triunfador en drama por Oppenheimer).
Da’Vine Joy Randolph, como la cocinera de la universidad en Los que se quedan, se llevó el Globo a mejor secundaria de cine. Es la cuarta intérprete en la categoría de secundaria que gana los galardones de las cuatro grandes asociaciones de críticos estadounidenses (NBR, LAFCA, NYFCC y NSFC). Ella sí es apuesta segura a los trofeos principales de Hollywood. Porque, ¿van a marcar estos premios las nominaciones a los Oscar? Esas votaciones se desarrollan del 11 al 16, antes de su anuncio el 23. Así que habrá alguno que cambien de decisión, pero la última década ya nos ha dejado claro que para saber quién se lleva la sacrosanta estatuilla hay que esperar a los galardones de los diferentes gremios. Más complicado se antoja lo de Robert Downey junior, que ganó el galardón de secundario por Oppenheimer, cuando en su camino está Ryan Gosling con Barbie.
Porque los Globos de Oro son más un espectáculo televisivo —de ahí que los presentadores miraran a la cámara y dejaran el patio de butacas a sus espaldas como telón de fondos, que no exista ninguna categoría técnica, y sí se premian a las series: cuántos más famosos en la cena, mejor— que un acta del estado del audiovisual. Y la radiografía está manipulada. Tanto los Globos de Oro como las revistas Variety y The Hollywood Reporter pertenecen a la misma empresa, Eldridge Industries. Todo queda en casa, ¿verdad? Cuando Los Angeles Times inició la guerra contra la Asociación de la Prensa Extranjera en Hollywood, la HFPA, sus mísiles no iban tanto contra su planificación como coto cerrado, que lo era, sino que el periódico bregaba por conseguir más acceso a las estrellas del cine. Y realmente, ¿lo logró?
Hace unos días, Matt Belloni, ex director editorial de The Hollywood Reporter antes de fundar el medio digital Puck y convertirse además en el responsable de The Town, el podcast más influyente sobre el cine y las majors, escribía sobre quién de verdad había ganado en esta batalla: un grupo de publicistas. Con sus denuncias lograron que hoy la antigua HFPA esté desmantelada. Denuncias, obviamente, interesadas. Dos años y medio más tarde tenemos unos Globos de Oro con mucho mayor número de periodistas (repartidos por todo el mundo, como confirman premios como el de mejor guion o el de película de animación para El chico y la garza, de Miyazaki, primero para un filme no en inglés), con decisiones más defendibles desde el punto de vista artístico, pero controlados como si fuera un monopolio por esos publicistas y las dos revistas tradicionales más poderosas. Que de paso se han retransmitido en la CBS después de un partido de la NFL: espectáculo para toda la familia (ojalá esas familias hayan decidido ver después el monólogo Armageddon de Ricky Gervais, ganador de la nueva categoría de stand-up comedy de televisión, en Netflix).
Y sí, Hollywood corrompe. Los Globos de Oro estaban podridos; ahora son los miembros de los Critics Choice quienes aceptan regalos y pagos en efectivo por moderar mesas redondas de presentaciones de eventos. Eso sí, el acceso a los cineastas e intérpretes es cada año más complicado, con tiempos más reducidos para entrevistas, como si se retornara a los años dorados de la industria, cuando todo artículo periodístico pasaba por el departamento de los publicistas. Recordando a la gran obra del chismorreo y los asuntos más turbios de los sótanos del cine escrita por Kenneth Anger, esto es cada vez menos Hollywood y más Babilonia.
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