El canciller alemán, Olaf Scholz, fue muy contundente cuando tomó la palabra el tercer día de la COP28 en Dubái. “Todavía es posible reducir las emisiones en esta década hasta cumplir con el objetivo de 1,5 grados. Debemos darnos prisa”, dijo a los delegados, a los que pidió que se comprometieran a escala mundial a poner fin al uso del carbón y el gas y a triplicar la capacidad de la energía renovable para 2030. Solo un par de días después, ese impulso se vio socavado cuando su ministro de Economía y Clima, Robert Habeck, el político verde con más poder de Europa, canceló a última hora su viaje a la COP28 para quedarse en Berlín y hacer frente al peliagudo brete presupuestario en el que está enfangada Alemania.
La crisis alemana —primero financiera, ahora también política— amenaza con hacer descarrilar los planes climáticos del Gobierno de coalición que encabeza Scholz al haber dejado congeladas inversiones clave para la transición ecológica del país. El mes pasado el Tribunal Constitucional determinó que la decisión del Gobierno de reasignar 60.000 millones de euros de deuda no utilizada durante la crisis del coronavirus a un fondo para proyectos climáticos fue inconstitucional. Violaba el llamado “freno de la deuda”, el límite constitucional autoimpuesto por Berlín que le prohíbe endeudarse por encima de un determinado nivel, salvo en casos de emergencia. El revés judicial ha tenido un efecto en cascada: no solo impide disponer de esos 60.000 millones, sino que ha obligado a congelar temporalmente todos los fondos extrapresupuestarios y, con ellos, muchas de las inversiones climáticas previstas.
El Gobierno de Scholz trata ahora de tapar ese agujero, que amenaza con retrasar todavía más sus esfuerzos para descarbonizar la economía. “A Alemania le gusta presentarse como un alumno modelo en materia de protección del clima. Sin embargo, está lejos de alcanzar los objetivos que se ha fijado”, asegura la economista Sara Holzmann en un informe reciente de la Fundación Bertelsmann. Aunque la ley alemana de protección del clima es una de las más ambiciosas y estrictas del mundo, hay un gran trecho entre ambición y realidad. Berlín lleva algunos años incumpliendo sus objetivos de reducción de emisiones en todos los sectores; en algunos, de hecho, como el transporte y la edificación, está llamativamente rezagada, hasta el punto de que una sentencia reciente —recurrible— ha obligado al Gobierno a presentar inmediatamente medidas a corto plazo para acotar los gases de efecto invernadero.
Alemania aspira a alcanzar la neutralidad climática en 2045. La ley, aprobada en 2019 pero enmendada en 2021 tras una campaña legal promovida por jóvenes afectados directamente por la crisis, define al detalle el camino con objetivos concretos de reducción de emisiones para los años 2030, 2040 y 2045. En 2030, por ejemplo, el país tiene que conseguir el 65% de reducción respecto a los niveles de 1990. El Consejo de expertos sobre el cambio climático, organismo que responde al mandato de esa ley, revisa periódicamente los avances gubernamentales. En su último gran informe bienal el grupo señala que para 2030 hay “un importante desfase en el cumplimiento”.
“Alemania va camino de alcanzar su objetivo de generar el 80% de su electricidad a partir de energías renovables para 2030″, asegura Dirk Messner, presidente de la Agencia Medioambiental de Alemania (UBA). “Desde el inicio de la actual legislatura, la infraestructura de energía eólica y solar se encuentra en una senda de expansión que se está triplicando″, añade por correo electrónico desde Dubái.
Carbón y renovables
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En el primer semestre de este año se puso en marcha en Alemania una potencia récord de 8 GW en nuevas instalaciones solares y eólicas, según datos del Foro Económico Internacional de Energías Renovables (IWR), con la energía solar particularmente disparada, con unas 465.000 nuevas plantas con una capacidad combinada de 6,5 GW. La cifra se acercaba ya a los 7,4 GW instalados en todo 2022. La energía solar está en auge en Alemania, ya que el Gobierno está eliminando trabas a su expansión para alcanzar el objetivo de 80% de renovables en el mix eléctrico del país para 2030. En el primer semestre de este año, las energías renovables cubrieron la cifra récord del 52% de las necesidades eléctricas alemanas, gracias a la energía eólica y solar terrestre. Pero, y ahí está la gran contradicción alemana, se siguen quemando ingentes cantidades de carbón, que hacen que Alemania esté al nivel de China en emisiones per cápita.
La senda está marcada, pero Messner alerta: “Si la crisis presupuestaria provoca recortes en la financiación de la transición energética, corremos el riesgo de desviarnos del camino”. Su agencia ha recomendado al Gobierno una forma sencilla y rápida de tapar el agujero de 17.000 millones que la sentencia del Constitucional ha dejado en el presupuesto de 2024, cuyas negociaciones han sumido en una profunda crisis a los tres partidos de la coalición (socialdemócratas, verdes y liberales).
“El dinero está ahí, solo necesitamos la voluntad política de poner fin a las subvenciones a los combustibles fósiles”, asegura el experto. La UBA ha calculado un ahorro de entre 17.000 y 18.000 millones de euros si se suprimen esas subvenciones, que el Gobierno, insiste Messner, “podría liberar fácilmente”. “Si lo hiciéramos, resolveríamos simultáneamente la crisis presupuestaria y mantendríamos en marcha la transformación energética y digital”, concluye.
Alemania se ha visto especialmente afectada por la fuerte subida de los precios y la escasez de gas natural debido a la guerra de agresión rusa contra Ucrania, lo que la obligó a recurrir cada vez más al carbón y al gasóleo de calefacción. Por primera vez en años, ese cambio hacia combustibles fósiles más intensivos en emisiones ha provocado que el país incumpla sus objetivos. Algo de lo que los ciudadanos no parecen ser demasiado conscientes. En la última gran encuesta de la cadena pública alemana ARD, se pregunta por el cambio climático con ocasión de la COP28. Un 62% de los encuestados respondieron afirmativamente a la frase “Alemania ya está haciendo mucho para combatir el cambio climático. Ahora otros países deberían hacer más”.
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