La angula es la cría de la anguila, y se pescan y consumen las dos, a pesar de que la especie (Anguilla anguilla) se encuentra en estado crítico. Hace dos semanas, la Unión Europea aprobó las cuotas pesqueras para 2024 y ahí sigue apareciendo la anguila europea, entre jureles, gallos, rapes… Se ha hecho caso omiso a la recomendación de parar las capturas del Consejo Internacional para la Exploración del Mar (ICES), organismo que evalúa el estado de las poblaciones y envía sus propuestas a la Comisión Europea. Mientras los ministros decidían cuánto se podía pescar, reputados chefs de la asociación internacional de hoteles y restaurantes Relais&Chateau, entre ellos Pedro Subijana, y de la organización internacional de cocineros Euro-Toques, como Andoni Luis Aduriz, anunciaron que eliminaban las anguilas de sus menús como medida para evitar su extinción. Y a principios de diciembre, más de 300 científicos reclamaron en un manifiesto a las administraciones españolas y europeas el cese total de la explotación de la especie.
“¿Te comerías un estofado de lince [especie en peligro de extinción]? No, ¿verdad?, pues lo mismo con la anguila“, plantea Andoni Luis Aduriz, dueño de Mugaritz, restaurante con dos estrellas Michelín. A él le costó tiempo dar el paso de no ofrecer la especie en la carta, a pesar de conocer su maltrecha situación. “Hace tres o cuatro años escribí sobre la anguila y me quedé impactado con los datos, tanto que hice una camiseta con especies en peligro y con la palabra angula, pero me dije: ‘yo no puedo con esto solo”, explica. Ahora, al ver que otros cocineros anunciaban la decisión de dejar a un lado a la anguila, “tiré para adelante”. No todos los miembros de Euro-Toques ―organización con más de 3.500 cocineros de 18 países― se han sumado a la iniciativa todavía, pero es “por desconocimiento”. Ahora están intentando concienciar tanto a colegas como al resto de personas. Lo bueno, añade, “es que hemos salido del armario y esto es imparable, porque nos estamos jugando el futuro de la especie”.
La anguila no lo tiene fácil. Las conclusiones del ICES para el último informe ―el que manejaron las autoridades europeas para determinar las cuotas pesqueras― indican que en el mar del Norte (entre Reino Unido y Noruega) llegan 0,4 angulas por cada 100 que entraban antes. En el resto de Europa, ese índice se encuentra en los nueve ejemplares, explica Estibaliz Díaz, representante española en el grupo de la anguila del ICES e investigadora del centro de tecnología marina AZTI. Pero se ha decidido mantener las mismas medidas que en 2023: una veda de seis meses, que coincide con el periodo migratorio de la especie. Aunque dentro de ese tiempo se permite pescar un mes tanto alevines como adultos, y en el caso de la angula (las pequeñas) se dan 50 días más para captura destinada a la repoblación.
Para reintroducir la especie en ríos del norte de Europa, de dónde han desaparecido, se capturan angulas (los alevines) de los cauces del sur, sobre todo de Francia. Pero no hay evidencias de que así se haya conseguido que vuelvan al mar de los Sargazos [situado frente a las costas del sureste de Estados Unidos] para reproducirse, advierten los investigadores. “Se cogen de lugares donde no sobran y se trasladan a otro lugar, pero se pueden desorientar en su regreso”, indica Díaz. Además, “¿tiene sentido soltarlas donde hay presas y centrales hidroeléctricas?”, añade. Lo que sí se ha demostrado es que de forma local les va bien, porque engordan, pero si no se reproducen “no vale de nada”.
La barrera de las presas
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La especie se enfrenta a otros muchos peligros, no solo es la pesca: las presas infranqueables que jalonan los ríos, el mal estado de los ríos o el comercio ilegal, al ser una especie muy apreciada en el mercado asiático, donde su precio, ya muy elevado, se multiplica. El pasado viernes, la Guardia Civil detuvo a una persona que transportaba en un coche alquilado 170 kilos de angulas vivas en unos embalajes de corcho, camuflados entre cajas de ropa. La mercancía habría alcanzado los 200.000 euros, a 1.176 el kilo. Al hombre se le atribuyen los delitos de tráfico y comercio ilegal de especies protegidas y contrabando.
La especie es un producto de lujo también en el mercado legal, sobre todo la primera captura, que este año alcanzó los 8.135 euros por kilo en la lonja de Ribadesella. Es un precio simbólico que inmediatamente baja en picado y, aunque varía mucho, se mantiene entre unos 400 y 600 euros el kilo para los alevines. En estas fechas navideñas es uno de los platos estrella y superan los 1.000 euros el kilo. ¿Es tan alto su valor gastronómico? “Muchas veces comemos símbolos, que te hacen sentir especial, y eso pasa de alguna forma con los productos que tienen un precio alto. Dentro de ese mundo está la angula”, responde Aduriz.
Basilio Otero, presidente de la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores de España, conoció mejores épocas por la abundancia de la especie y por los precios. “Claro que tenemos problemas con la angula”, responde. Él es de Nois, un pequeño pueblo de Lugo, y se acuerda de cuando allí pescaban angula. “Pero construyeron una depuradora que impide el paso y el agua que sale no es de una calidad estupenda; así se terminó”, explica. Considera que es necesario tomar medidas, “pero que no afecten solo a los pescadores”. Se alegra de que, al menos, este año se haya armonizado la normativa para toda Europa, sin que ningún país pueda pescar más días que otros. El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación responde a EL PAÍS que las medidas no se dirigen solo al ámbito pesquero, sino que buscan restaurar y mejorar los ecosistemas ―la especie ha perdido el 80% de su hábitat en la península Ibérica―.
Los científicos piden a la administración la adopción de medidas de conservación globales para que tengan efecto debido a que la especie es una única población, que se distribuye desde el norte de Europa hasta el mar Mediterráneo, de tal forma que un ejemplar de Marruecos se puede reproducir con uno de Noruega y lo hacen en el mar de los Sargazos. Las anguilas comienzan a llegar en noviembre a la península Ibérica desde allí, tras recorrer unos 6.000 kilómetros, y miden unos siete centímetros y pesan entre 0,25 y 0,35 gramos ―en un kilo pueden entrar hasta 3.500 individuos―. De ahí remontan los ríos y comienzan a crecer, pasan la fase de anguila amarilla hasta convertirse en anguila plateada por el color de su vientre. Es el momento de regresar al mar de los Sargazos para reproducirse y que las nuevas crías emprendan el viaje a las costas del Mediterráneo, donde pueden acabar cocinadas al ajillo.
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