Marcel Proust dejó escrito que el verdadero descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos, y eso es lo que hacía Antonio Escohotado cada vez que se relacionaba con la naturaleza.
De las páginas de su diario se desprende que nunca rompió el hilo de curiosidad que conduce al estudio. De esta manera, Escohotado ejercitó el entendimiento intentando comprender la secreta complejidad de la naturaleza. De la lectura de la corteza de los árboles se adentró hasta las colecciones botánicas para descubrir que el perfume de la Tierra es la fragancia de una “residencia inmejorable”.
Porque hay diversos y muy jugosos hallazgos científicos en su diario, no solo en lo que respecta al análisis de las distintas sustancias que Escohotado utilizó para relajar y alterar la consciencia, sino también en lo referente a sus últimos días; el mal de Parkinson que sufrió y los efectos de la edad en su próstata y vejiga, así como en las plantas de los pies. “Uno no se había imaginado algo así, pero sí sabía que iba a ser difícil e incierto”, escribe a principios del mes de enero del 2019.
Hay una entrada idónea para esta sección; la correspondiente al 28 de enero del 2012, donde Escohotado hace una crítica a la medicina occidental, la misma que diagnostica males incurables y que erróneamente se denomina “preventiva”, lo cual, según Escohotado, es un contrasentido tan ridículo como “prometer la vida eterna a través de la automortificación”. Seguidamente, denuncia la falta de estudios que relacionen la bajada de defensas con el diagnóstico del cáncer. Y aquí debemos pararnos, pues, aunque pocos y contados, existen estudios que relacionan los tumores cancerígenos con el sistema inmunológico.
Porque el sistema inmune no solo nos defiende de los ataques patógenos externos, sino también del desbarajuste interno que experimenta nuestro organismo cuando las células se descontrolan y crecen de manera inesperada, propagándose por todo el cuerpo. De esta manera, el cáncer avanza más aprisa cuando el sistema inmunitario anda deteriorado, siendo los cánceres más frecuentes el melanoma y el cáncer de riñón, así como el cáncer linfático. Pero todo son hipótesis. No hay ciencia cierta que se pueda aplicar a los tumores y a su relación con el sistema inmunológico.
Lo que se sabe es que unas estructuras moleculares denominadas antígenos sirven como marcador tumoral. Se trata de un mecanismo que nuestro sistema inmune reconoce con el fin de frenar o destruir las células cancerígenas. Con todo, el cáncer puede escapar al control del sistema inmunológico, haciendo que la respuesta del propio sistema carezca de efectividad. Existe una teoría denominada teoría de inmunoedición tumoral que parte del hecho de que las células precancerosas pueden ser eliminadas por el sistema inmune a no ser que esas células evolucionen y escapen.
Dicha teoría propone tres etapas. La primera, de “eliminación” o inmunovigilancia, donde las células tumorales son eliminadas por el sistema inmune antes de mostrarse invasivas. La segunda fase, llamada de “equilibrio”, donde las células tumorales y el sistema inmune aparecen en equilibrio dinámico, y por último, la fase de “escape” donde el tumor que se ha generado durante la fase de equilibrio se expande por el organismo.
Tal vez, a lo que se refería Escohotado en su diario era a la poca profundidad que presentan los estudios que relacionan el cáncer con el sistema inmunológico. Porque para Antonio Escohotado, el conocimiento era un logro natural que solo se consigue manteniendo la curiosidad como una alucinación controlada; la única manera de llegar al fondo de las cosas.
El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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