Borja Jiménez (Espartinas, Sevilla 1992) acude por la mañana a un tentadero en la ganadería de La Palmosilla, situada en las tierras gaditanas de Tarifa; a mediodía sube al coche, en compañía de su apoderado, Julián Guerra, y se dispone a recorrer los 685 kilómetros que separan la finca de Madrid, donde a las ocho de la tarde ha quedado con este periódico en un centro comercial de la zona norte de la capital. Finalizado el encuentro, acude a RNE, donde le esperan para otra entrevista. Con la noche ya vencida, pone rumbo a Tudela (Navarra) para acudir a otro tentadero a la mañana siguiente, y, acabado el entrenamiento, viaje a Salamanca, donde viven el torero y su representante.
“Llevo una vida muy ajetreada, es verdad”, dice Borja Jiménez, “y doy gracias a Dios por pagar esta factura, que es el precio del triunfo; desde el 15 de octubre, cuando acabé la temporada con el festival de Sevilla, he recorrido más de 30.000 kilómetros, más que en todo el año como torero”.
Cuenta que en la segunda semana de diciembre había recogido ya 12 premios, y aún le quedaban cinco o seis más, y ha acudido a la llamada de numerosas peñas que quieren contar en sus tertulias invernales con el torero revelación del año. Y confiesa que, antes y después de cada viaje, entrenamiento.
Pregunta. Desde el 8 de octubre, cuando salió por la Puerta Grande de Las Ventas solo recibe usted elogios.
Respuesta. “Y también alguna crítica, no crea. Pero lo que sí me transmiten los aficionados es la alegría que les ha producido el triunfo de Madrid, y ese es un orgullo muy grande para mí. Ya sé que los elogios pueden debilitar, pero yo trato de aceptarlos como una satisfacción personal producto del esfuerzo, y consciente de que no vale una sola tarde de puerta grande; hay que volver a golpear para seguir escalando. Madrid me ha puesto en el camino, pero hay que seguir adelante”.
“Es cruel ver que tus compañeros torean, y tú entrenas y entrenas, y todos te dicen que tu situación es muy difícil”
Es inevitable recordar la corrida de Victorino, con la que Borja Jiménez se consagró en Madrid tras cortar tres orejas y erigirse en el torero más interesante del año. Huelga preguntarle por la responsabilidad y la felicidad que sintió en aquellos momentos…
“Cuando tuve en mi mano la primera oreja”, dice, “se me saltaron las lágrimas y la apreté con fuerza recordando todo lo que había pasado para llegar hasta ahí”.
P. Pero el destino le tenía preparada otra grata sorpresa.
R. “Sí. La imagen más bonita que guardaré para siempre es que cuando iba a hombros y llegué al umbral de la Puerta Grande que da al exterior de la plaza, la primera persona que vi fue mi madre. El apretón de manos que nos dimos fue lo más emocionante. ¡Por fin, lo hemos conseguido!, nos dijimos sin hablar”.
Cuenta Borja Jiménez que su madre no suele acompañarlo, pero viajó a Madrid en 2016, cuando su hermano Javier salió por la Puerta Grande, y decidió volver el 8 de octubre; pero no estuvo en la plaza. Prefirió quedarse fuera con una amiga, y ambas rezaron durante todo el festejo, sentadas en un banco del exterior.
P. ‘Por fin lo hemos conseguido…’
R. “Sí, porque la espera ha sido larga y muy dura. Tomé la alternativa en 2015, y solo toreé unas veinte corridas en ocho años. No se lo deseo a nadie. Es cruel ver que tus compañeros están anunciados y tú entrenas y entrenas, y llamas a un apoderado o a una empresa y te dicen que no, que tu situación es muy difícil. Y cuando te lo comentan profesionales te hacen dudar…”
Borja Jiménez comenta que vivió “una situación rara”. Su carrera como novillero fue exitosa, salió por la Puerta del Príncipe en 2014 y triunfó en ferias importantes, pero tras recibir los trastos de matador solo se anunció en 9 corridas, y, a partir del año siguiente, el paro absoluto.
P. ¿Y cómo se mantiene la afición en esas circunstancias?
R. “Esta profesión es vocacional, y te crea sentimientos que son difíciles de abandonar. Hubo dos o tres ocasiones en las que estuve a punto de tirar la toalla, pero algo en mí me impedía manifestarlo. Y gracias a ello, al entrenamiento constante y al apoyo de mi familia y de los maestros Espartaco padre y Juan Antonio he podido superar esas circunstancias”.
Borja Jiménez acabó la carrera de ingeniero agrónomo el año de su alternativa, y durante 2019 y 2021 trabajó como inspector en una certificadora de cerdo ibérico durante la campaña de la bellota.
“Necesitaba una estabilidad económica”, afirma; “participaba en tentaderos, hacía muchos kilómetros y debía contar con algunos ingresos”.
“Las empresas deben apostar por los que triunfan; si no, para qué sirve salir a hombros por la Puerta Grande de Madrid”
“Nunca he dejado de acudir al campo, y estoy muy agradecido a los ganaderos, que me han permitido seguir toreando aunque no fuera en una plaza”, prosigue. “Yo hacía entre 30 y 40 tentaderos cada año, y cada temporada me he preparado como si estuviera anunciado en 60 corridas; gracias a ello, este año he encontrado la recompensa”.
P. ¿Cree usted que esa recompensa tendrá sus frutos en las principales ferias?
R. “Así debería ser para todos los toreros; las empresas deben apostar por los que triunfan. Si no, para qué sirve triunfar en Madrid. De momento, hay negociaciones, tiras y aflojas… Y algo tenemos seguro: a Las Ventas no vendremos hasta la feria de San Isidro”.
P. Habla en plural…
R. “Me refiero a Julián Guerra, mi apoderado desde el pasado mes de enero. Me costó trabajo convencerlo para que me representara. Desde el verano del año pasado viajaba a Salamanca dos o tres días a la semana con el objetivo de que se fijara en mí y decidiera que camináramos juntos. Lo había conocido en un tentadero y me gustaba su visión del toro, de la profesión y su conocimiento del negocio taurino”.
La constancia del torero dio resultado, (“me estuvo midiendo varios meses”, dice, “hasta que comprobó que mi dedicación era total), y afirma que está encantado con quien considera, además de su apoderado, su entrenador, su coach y su amigo, motivo por el que ha abandonado su Espartinas familiar y ha trasladado su domicilio a Salamanca, donde vive Guerra.
“Julián me ha abierto la mente al conocimiento del toro y a los matices de cada embestida”, explica el torero; “ha mejorado mi concepción del toreo, y creo que ahora obtengo el mejor partido; estoy muy feliz a su lado, nos entendemos muy bien y a la vista están los resultados”.
Con él vivió los instantes siguientes al resonante triunfo de Madrid…
“Uf, aquella noche fue… Eran las doce y media y aún no había dejado de sonar el teléfono. Y a Julián y a mí se nos ocurrió volver a ver la corrida, y la primera impresión fue negativa porque detecté muchos defectos, pero también comprendí que acababa de dar un paso adelante en mi toreo”.
Con ellos estaba el padre de Borja.
“Mi padre… Cuando entró nos abrazamos y lloramos juntos. Él conoce bien el camino que hemos recorrido”.
Finalizada la entrevista, Julián Guerra espera al torero en el aparcamiento. Tienen por delante muchos kilómetros, compromisos de trofeos y tertulias, el mejor premio al esfuerzo, y mucho entrenamiento. Cuando las hojas del calendario den paso al nuevo año, el futuro de Borja Jiménez estará en manos de los empresarios.
Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete
Babelia
Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO