Las cifras de migración crecen año tras año en Europa, convirtiéndose en una de las principales preocupaciones del continente. El número de solicitantes de asilo que llegaron a Europa el año pasado creció un 20% hasta alcanzar la cifra de 1.048.900 personas. Reino Unido ha puesto sobre la mesa una polémica ley antimigración, con la que busca deportar a los migrantes irregulares a Ruanda. Pero la Unión Europea también ha buscado externalizar sus controles migratorios con terceros países mediante acuerdos económicos con Turquía, Libia, Túnez, Egipto y Mauritania, países con estándares democráticos inferiores a los europeos. Las fronteras europeas tampoco se libran de denuncias sobre la vulneración de derechos humanos. Prácticas como las devoluciones en caliente, la falta de auxilio en el mar o la represión violenta del fenómeno migratorio son cada vez más frecuentes, mientras los responsables políticos parecen mirar hacia otro lado.
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