Más de 9 millones de mujeres han sufrido una violación en la Unión Europea con el uso de la fuerza. Estos datos siguen lejos de reflejar la realidad de muchas mujeres, como la mía, pero quizá ahora estemos más cerca de cambiarlo. Yo sobreviví durante años a la violencia sexual a la que me sometía el que era mi pareja. Por las noches me drogaba sin mi consentimiento para violarme.
Al principio sentía mucha culpabilidad. “¿Por qué no me habré despertado para impedirlo?”, “¿Cómo la persona que supuestamente me ama puede hacerme esto?”, “¿Quién me va a creer cuando se lo cuente?”, me preguntaba todos los días.
Mi caso rompe con los estereotipos de “la buena víctima”. Él no era un desconocido en un callejón oscuro que utilizó la fuerza para violarme y yo no tenía moratones ni signos visibles de violencia. Pero eso no hace menos grave lo que me ocurrió ni las secuelas menos profundas.
El sexo sin consentimiento libre es violación y así debería considerarse en todos los países. Esto parece obvio para quienes hemos sobrevivido a esta insoportable violencia basada en la dominación y el poder, pero no lo es para muchos dirigentes de países europeos.
Francia, Alemania, Holanda, Estonia, Malta y Rumanía se niegan a que la primera ley contra la violencia machista de la Unión Europea incluya una definición de violación basada en el consentimiento a pesar de ser la misma que se recoge en el Convenio de Estambul que todos estos países han ratificado.
Esta ley pretende garantizar que “solo sí sea sí”, independientemente del país de la Unión en el que te encuentres. Con su bloqueo ponen en peligro no solo la unificación de la definición sino toda la ley en su conjunto, que incluye medidas contra los desnudos con inteligencia artificial, la violencia machista en línea o la unificación de medidas cautelares en todos los países. Y tenemos poco tiempo para lograr que cambien de opinión.
Mi historia demuestra cómo estos países están fallando a las mujeres bloqueando este histórico avance feminista. Cuando mi agresor me violaba yo no podía decir que no. Mi cuerpo estaba completamente inerte, como si estuviera muerta. No podía defenderme ni pedir ayuda. Pero mi caso no es aislado. Muchas mujeres se quedan inmóviles por miedo, una reacción totalmente normal y humana ante esta forma tan brutal de violencia.
Once países de la Unión Europea tienen definiciones de violación basadas en la fuerza como elemento principal del delito donde se sigue imponiendo a la víctima la carga de demostrar que se resistió. Todos estos países dejan fuera casos como el mío, que es el de millones de mujeres. Solo en España, los datos disponibles apuntan a que en una de cada tres violaciones media la sumisión química. ¿Cómo se va a resistir una persona inconsciente o paralizada por miedo?
Se han vertido demasiados estereotipos sobre nosotras y el nivel de cuestionamiento al que las víctimas somos sometidas tiene que parar si queremos acabar con la violencia sexual. Es normal quedarse en shock y no identificar lo que te ha pasado hasta que pasan los años. No importa lo que llevabas puesto ni la hora que era cuando llegabas a casa: nada justifica la violencia sexual.
En mi caso, me ocurrió mientras estaba en casa, vestida con un pijama y con una persona en la que confiaba plenamente. La mejor forma de protegernos es mejorar las leyes a todos los niveles para que estén a la altura de nuestras necesidades. En este caso, tipificando el sexo sin libre consentimiento como delito en todos los países de la Unión Europea, ofreciendo centros especializados de ayuda a las víctimas y acompañándolo, ojalá, de educación sexual obligatoria en las aulas para prevenir.
La violación es una de las formas más brutales de violencia contra las mujeres y todavía estamos lejos de acabar con ella. Ninguna de las más de 229 millones de mujeres que vivimos en la Unión Europea estamos a salvo de la violencia sexual y todavía nuestros políticos no se han puesto de acuerdo para luchar contra ella conjuntamente. No podemos perder esta oportunidad.
Una de cada tres mujeres ha sufrido algún tipo de violencia física o sexual en la Unión Europea y una de cada dos, acoso. Todavía hay Estados miembros en los que no se prevé la violación dentro del matrimonio o relación íntima. ¿A qué esperamos para actuar? No quiero que ninguna mujer vuelva a pasar por la misma pesadilla que yo. Todas merecemos una vida libre de violencias y cerca de 400.000 personas de toda Europa lo están pidiendo a través de peticiones online.
Hagamos historia, no la repitamos. No permitamos que frenen los avances imprescindibles que necesitamos para erradicar la violencia sexual en todos los países de la UE. Hagámoslo por nosotras y por las que vienen porque ninguna mujer será libre hasta que todas lo seamos.
Marta Asensio es activista, superviviente de violencia sexual y una de las portavoces de la campaña wemove.eu/JusticiaParaTodas