En un momento en el que las lluvias vuelven a muchas zonas del país, la sequía se ensaña con el sur y el noreste de la Península. Buena parte de los embalses de España han ido sumando hectómetros en otoño e invierno para cuando hagan falta en los meses más secos (algunas cuencas como la del Miño-Sil o el Duero está incluso por encima de la media de los últimos 10 años), pero tras varios años encadenados de escasez hídrica, las dos comunidades más afectadas, Andalucía y Cataluña, comienzan 2024 con las reservas de agua exhaustas. Según el boletín de esta semana del Ministerio para la Transición Ecológica, los embalses en peor situación son los de las cuencas del Guadalquivir (al 19,3% de su capacidad), Segura (18,9%), Cuencas Mediterráneas Andaluzas (18,8%), Cuencas Internas de Cataluña (16,8%) y Guadalete-Barbate (14,5%). La sequía se está cebando de forma especial con las comunidades catalana y andaluza, donde ya se preparan restricciones más duras en el suministro y se plantean tener que recurrir al transporte de agua en barcos.
En el caso de Cataluña, que cerró 2023 con un nivel de precipitaciones entre un 30% y un 50% inferior a la media de los últimos 30 años por la peor sequía en el territorio desde que hay registros, es la primera vez que sus embalses están por debajo del 17%. Aunque se produzcan algunas lluvias en los próximos días, el Ejecutivo catalán (Esquerra Republicana) ha reconocido que todas las previsiones apuntan a que se va a llegar al estado de emergencia.
A diferencia de grandes ciudades como Barcelona, donde los residentes ven todavía salir agua del grifo, el corte del suministro durante algunas horas del día o la noche es habitual en alrededor de 70 municipios de los 202 afectados del área metropolitana de la capital catalana y algunas poblaciones de Girona. Se trata de localidades que han exprimido todo lo que podían los acuíferos, a través de pozos, para abastecerse y que en la actualidad se nutren con camiones cisterna. Vallirana (23.000 habitantes, Barcelona), L’Espluga de Francolí (cerca de 4.000 habitantes, Tarragona) o Cabrera d’Anoia (1.600 habitantes, Barcelona) son solo algunos ejemplos donde los vecinos hacen acopio de garrafas, bidones, cubos e incluso depósitos de 500 o más litros que rellenan para superar las horas en las que no pueden abrir el grifo.
En L’Espluga de Francolí, donde no hay acceso al agua desde las 20 horas hasta las 10 del día siguiente (14 horas), el Ayuntamiento pagaba a finales de noviembre 20.000 euros semanales para que llegaran al pueblo 140 camiones cisterna. En Cabrera d’Anoia, donde han cortado el grifo hasta 16 horas y las fugas en la red de abastecimiento son constantes, la situación es similar. “Algunos han sacrificado sus vacaciones para poder tener agua en casa. Otros ni siquiera pueden comprar el depósito”, afirma Elisabet Carbonell, vecina de Cabrera d’Anoia y portavoz de la plataforma Aigua Per Cabrera, sobre la inversión en tanques de agua. Y Vallirana se convirtió en la primera localidad en solicitar voluntariamente el escenario de emergencia del Plan Especial de Sequía (PES) después de que los acuíferos tuvieran solo tres metros de 70 con agua. Otros municipios han alcanzado acuerdos solidarios para garantizar el consumo de la población. En Castellbell i el Vilar (4.000 habitantes, Barcelona), el Ayuntamiento ha conectado una tubería de 1,8 kilómetros para recibir 80.000 litros desde Marganell, el pueblo de al lado, donde tienen acceso a los recursos del río Llobregat, una de las principales fuentes de Cataluña junto al Ter. En todos estos municipios, donde se han solicitado miles de euros de subvenciones para paliar la sequía, el consumo humano por habitante y día está limitado a 210 litros y ha quedado prohibido regar parques y jardines, lavar coches, limpiar las carreteras o rellenar las piscinas con agua potable.
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La Generalitat ya introdujo en diciembre nuevas modificaciones en el PES para combatir la grave escasez de agua, que incluían nuevas restricciones a las actividades industriales de uso intensivo del agua, que no podrán ponerse en marcha hasta que se supere la sequía, y el cierre de las duchas de los centros deportivos que tengan piscina o deban regar el césped para el uso federado. Además de reducir el caudal ecológico de los ríos Llobregat, Ter y Muga. David Mascort, consejero de Acción Climática, llegó incluso a sugerir a la población que dejara de utilizar las duchas de los gimnasios: “Sabemos que son decisiones que no gustarán a muchos, pero la situación es muy complicada”. Mientras trabaja a contrarreloj en la ampliación y construcción de desalinizadoras, depuradoras y regeneradoras de agua para aumentar el volumen de producción de agua, el Ejecutivo de Pere Aragonès ha reiterado que, en el escenario más grave de la sequía, traerán agua en barcos al puerto de Barcelona para garantizar el abastecimiento de la población, para lo que el presidente catalán considera “imprescindible” la colaboración del Gobierno de Pedro Sánchez. La entrada en esta dura fase, previsiblemente en enero, comportará que los casi seis millones de catalanes afectados reduzcan su consumo de manera escalonada en tres etapas diferentes que variarán en función de las lluvias. En la primera se pondrán consumir 200 litros, 180 en la segunda y 160 en la tercera.
Restricciones y cosechas perdidas
En Andalucía, si no llueve a mansalva antes del verano, también se esperan restricciones mucho peores que las actuales, que ya afectan a 3,5 millones de personas. De momento, la previsión meteorológica no dibuja grandes lluvias en el horizonte de esta primavera. La desesperación cunde en el campo por la pérdida de cosechas, pero también en las ciudades y municipios turísticos, porque los cortes de agua que ya afectan a decenas de pueblos, se ampliarán a muchos más si la sequía no da un vuelco.
La Junta andaluza, que gobierna el PP, prevé medidas drásticas y utilizar barcos cisterna ya en marzo para transportar agua y abastecer a la población con la sequía más extrema, como la que reside en la Costa del Sol, en Málaga, y el Campo de Gibraltar, en Cádiz. En paralelo a los buques, el plan Sequía Plus, dotado con 71 millones, pagará nuevos sondeos, instalaciones de depuradoras y el acondicionamiento de desaladoras portátiles, entre otras medidas, aunque aún no hay fechas.
“Tenemos 94 meses ya, desde marzo de 2016, con situación de sequía, casi ocho años. En diciembre ha llovido menos de la media y ha restado, no ha sumado. Y en el pronóstico hasta marzo, no hay nada que indique que lloverá más de lo normal”, prevé Juan de Dios del Pino, delegado territorial de la Aemet en Andalucía, Ceuta y Melilla. “Quizás en enero sí apunta a una cierta probabilidad de ser más lluvioso de lo normal en Andalucía Occidental, pero no afectaría a Cádiz, que permanece en la incertidumbre”, añade. Los embalses de la cuenca gaditana del Guadalete-Barbate destacan con el peor dato de reservas del país, al 14% de su capacidad, y el embalse de Zahara, con solo el 3% de sus 222 hectómetros cúbicos que puede albergar.
A pesar de la crítica situación, las dotaciones para la agricultura de regadío apenas descendieron en la provincia de Cádiz hasta el mes de octubre. “Algo ha fallado el año pasado ante desembalses tan amplios para la agricultura. Reclamamos una regulación distinta [desde la Junta], porque el consumo humano es prioritario”, critica Carlos García, alcalde de Grazalema (PSOE) y presidente de la mancomunidad de municipios de la Sierra gaditana.
El otoño en Andalucía fue el tercero más cálido desde que hay registros en 1961, con una temperatura media de 18,7 grados, mientras que el más cálido fue el otoño de 2022. La tendencia de temperaturas al alza es evidente y en el registro de lluvias, se consideró “seco”, con solo 144 litros por metro cuadrado.
Desde la cuenca del Guadalquivir, con los embalses a solo el 19%, la directora técnica de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, Nuria Jiménez, recuerda que la situación es de emergencia en muchas zonas: “Contamos con reservas mínimas respecto a los últimos 25 años, solo el año pasado fueron inferiores (…) Las aportaciones de los embalses han sido muy bajas y por eso las reservas no se han visto incrementadas, que es lo normal en los meses de otoño”.
En Málaga solo se registraron 218 litros en los últimos 12 meses, un tercio menos de lo habitual, según los datos provisionales de Aemet. Esto convierte 2023 en el año “más seco en la provincia” desde que hay datos (1961), según confirma Jesús Riesco, el director del Centro Meteorológico de Málaga, que vive una de las situaciones más críticas de Andalucía, con sus embalses al 16,5% de su capacidad —La Viñuela, el más grande, está al 7,4%, su mínimo histórico—. Una docena de localidades de la comarca de la Axarquía mantienen cortes de agua cada noche, algunos desde el pasado verano. Vélez-Málaga (83.899 habitantes) anunció este lunes, 1 de enero, que entre las 23.00 y las 7.45 horas no habrá suministro —mismo horario que las últimas semanas— y Rincón de la Victoria (50.569 habitantes) ya amplió los cortes a finales del año pasado: desde las 23.00 hasta las 07.00. Esta comarca es la que más está sufriendo también la sequía en el campo: las últimas cosechas de aguacates y mangos han caído hasta un 80% y hay agricultores que están cortando árboles, que mueren ante la inexistencia de lluvias.
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